NO
ES LA PRIMERA VEZ. ®
A Esteban
lo recogió en su convertible oscuro
Julián, una hora antes de la que le había fijado Martina para que apareciera acompañado
de su obsequio. Cuando lo vio acercarse al vehículo, Julián sonrió intentando
expresarle su asentimiento por el modo elegante en que se había vestido. No
pudo evitarlo.
-Mil
gracias Esteban, vos estás magnífico con este smoking.
-He creído
conveniente adornarme para la ocasión como un inmejorable obsequio.
-Jamás
podré compensarte todo lo que vos hacés por mi, amigo.
-Pues
esperemos que como me indicaste, lo haga la hembra.
-No lo
dudés macanudo, sabe como agradecer la verdadera virilidad.
No quiso
Esteban mencionarle lo que le vino a la cabeza: “¿y la tuya, te la ha
agradecido esa golfa alguna vez?”. En cambio prefirió acomodarse junto al
cornudo que le daba continuas muestras con sus gestos, de sentirse en la
gloria. ¿Sería él capaz de obrar de ese modo tan vergonzante por una mina por
muy fabulosa que fuera? Se respondió que ni loco, sin embargo no evitó dejar un
atisbo de posibilidad a que en un remotísimo caso pudiera sucederle enloquecer
por unas faldas. Le hizo sonreír el pensamiento.
Mientras
llegaban al chalet de la pareja, en realidad ya propiedad absoluta de Martina,
Julián no dejó de explicarle a Esteban que se sentía tan en deuda con él que
estaba dispuesto a hacer cualquier cosa que le pidiera, “incluso mataría por ti
a algún enemigo cuando vos lo tengás, amigo”.
Volvió
Esteban a dudar de si seguir con la farsa, pues aquel sujeto le estaba dando
sobradas muestras de su locura, -en absoluto transitoria-, por sentir más
cruentamente la humillación más supina que jamás debiera soportar un ser
humano. No obstante podía más la curiosidad extrema por conocer a la golfa.
El jardín
en el que penetró el vehículo tras abrirse un enorme portalón de hierro forjado,
le pareció a Esteban extraordinario y extenso y rodeado de cámaras de seguridad
y un par de vigilantes que saludaron a Julián con una reverencial muestra de
sumisión. Él ni les respondió, haciendo quizá gala de la única posibilidad de menosprecio
que le debe permitir su Dueña.
Un empleado
se ocupó del coche cuando se detuvieron frente a la puerta de entrada de la
mansión, fue entonces que Julián, quizá arrogándose la última libre iniciativa
de la noche le confesó: –sino hubiera sido por ella, ya no la disfrutaría, la quinta,
por eso también debo seguir a su lado, sin ella, estaría irremediablemente perdido,
del todo y conmigo mi patrimonio. En sus manos jamás me, se lo arrebatarán.
A Esteban
le sonaron las palabras de Julián, a sincera y agradecida confesión aunque de
inmediato le vino a la mente: “pero si tú, sublime desgraciado, sólo debes
disfrutar como mucho, de la caseta del perro”, pero prefirió evitar herir
todavía más a aquel desvalido ser que se mostraba tan agradecido con su
usurpadora, también de su hombría. Se le ocurrió en cambio.
-Pues
venga, preséntame ya a esa Diosa a la que tanto adoras y veneras, que quiero
corroborarlo o desmentirte.
Una sonrisa
complacida de Julián le reiteró a Esteban que estaba ante un loco, puede que de
amor, pero también de perversión mal entendida.
Una criada
vestida a lo maid francesa los atendió, dirigiéndose también a Julián con el
adecuado respeto debido a los señores. De nuevo éste la ignoró.
Penetraron
al salón y allí fue donde se encontraron con una mujer y un hombre. Esteban se
acercó hasta ella con su elegante y varonil caminar para besarle la mano. Ella
se lo permitió.
-Es un
enorme placer conocerla, señora Martina.
La mujer
pareció querer reír pero simplemente esbozó una sonrisa, algo burda. En cambio
el sujeto allí presente y mucho más joven no se reprimió.
-¿Señora
esta puta?
Esteban
quedó perplejo, sin comprender el deleznable proceder de aquel joven. Fue
cuando apareció otra mujer, enfundada en un largo vestido negro de noche que
modelaba unas curvas de lo más excitantes, que la primera mujer indicó.
-La señora
Martina es ella. Yo soy su amiga, esta noche… –no tuvo tiempo de concluir, el
joven se anticipó –…la puta que me la mamará en tu presencia español.
Aquel
exabrupto le pareció a Esteban del todo inadmisible, tanto que no pudo
evitarlo.
-Me parece
señoras, que me he equivocado de casa. Esperaba una reunión de elegancia y me
han traído a un burdel en el que permiten acceder a toda clase de indeseables. No
es que me importunen los burdeles, lo hacen los maleducados. Pido disculpas por
mi error y les deseo no obstante, que disfruten de su velada.
Martina
arremetió entonces con dureza.
-Alto
caballero, el que se va es ese grosero impertinente. Por favor Julián, acompañálo
a la puerta y a poder ser lo despidés con un coz en sus nalgas, como a un niño
pequeño maleducado.
Se detuvo
airado y furioso el joven y con aire de bravucón ofendido y belicoso gritó más
que habló dirigiéndose a Marta: – ¡¿me acompañás tú, putita?!
Como vio
que no respondía la interpelada optó por no moverse y fue su mayor error pues
Martina se acercó hasta él y le regaló dos sonoros e hirientes bofetones.
-¿Quién te
creíste que sos?, pendejo.
Se quedó
tan estupefacto Eduardo que por un instante no supo qué debía responder ni
hacer el tiempo necesario para que Julián se acercara hasta él y con buenas
maneras le invitara a acompañarlo a la salida.
-Espera
esclavo –señaló entonces Martina.
Julián se
detuvo al mismo tiempo que el joven se sintió interpelado. Obró como lo habría
hecho alguien que realmente se aceptara con ese calificativo, quedando a la espera
de la siguiente indicación. Ni Esteban, ni Julián ni por supuesto Marta se
sintieron ajenos a aquella reacción tan preclara de su sorprendente asentimiento.
-Si aún
querés disfrutar de la velada, será sólo con mis condiciones. ¿Querés, pendejo
de mierda?
El joven ya
no tuvo duda, a él iba dirigido aquel insulto y la furia de aquella excepcional
Dama que un día antes se había conjurado para invadir salvajemente y sin
clemencia.
No decía
nada, de modo que Julián volvió a gesticular para indicarle que lo siguiera,
que su tiempo en aquella casa había concluido. No hubo lugar.
-De
acuerdo, acepto las condiciones.
-Pues no se
hable más. Esposo, desnudálo.
-¡¿Qué?!
–profirió enérgico y rabioso Eduardo.
Martina no
se demoró en explicarle las primeras condiciones que le imponía.
-Si tu
aparato es de mayor tamaño que el de ese caballero tan elegante, hoy me tomarás
tú, hasta que te cansés de abusar de mi concha, pero si no lo superás,
cumplirás con todo lo que te ordenemos, mi amiga la putita y yo, que aunque no
te lo creás puedo serlo más que ella, pero de las que los machos llamáis ruines
y tanto os gustán.
Esteban no
estaba dispuesto a seguirle el juego a aquella dama tan atractiva y sensual por
lo que se rebeló, aunque de nuevo con elegancia.
-Verá,
señora Martina, es muy tentador comprobar quién vence en esta apuesta de la que
su cornudo esposo jamás me habló, pero entienda, no acabo de interpretar que
papel hago yo aquí, aparte de servir como elemento comparador con el…aparato de
este belicoso caballero, o lo que sea. Por tanto permítame que tan pronto hayan
comprobado las señoras presentes, si esta noche usted se dejará tomar por él o celebrará
de otro modo su aniversario, pueda dejarles en compañía de su peculiar chance.
Fue
entonces Marta la que intervino.
-Me parece
que no comprendés caballero. A mi mejor amiga Martina, jamás la vi apostar sin
las mejores cartas, incluso comodines.
No
interpretó Esteban a qué se refería con lo de los comodines, aunque una ligera
idea le vino a la cabeza al observar la maliciosa sonrisa de las dos mujeres.
¿Dispondrían de antemano de fotos de los respectivos miembros? No lo dudó,
creía capaz al cornudo de haberle tomado fotos a escondidas en el vestuario sin
que él hubiera podido apreciarlo y de mucho más, por tanto y al parecer, la
diabólica Martina estaba jugando sobre seguro y fue por ello que no le pareció
tan malo mostrar al singular público asistente su colosal aparato si con ello
el descarado fanfarrón maleducado iba a sufrir una noche de vergonzante
humillación como la que tanto le había confesado Julián disfrutaba a raudales bajo
las garras de aquella Dama tan autoritaria y por otro lado tan hermosa. Estaba
además seguro Esteban que al joven no le iba a suponer el mismo efecto
satisfactorio que al cornudo.
-Sabe qué
señora Martina, me parece apropiado su reto. ¿Dónde quiere que les muestre mi…,
cómo les llaman ustedes a la polla? Pero quiero confesarle algo antes de
hacerlo ya que no me lo perdonaría sino fuera del todo sincero con tan bella
Dama. No es usted señora, la primera esposa a la que un cornudo consentido tan
simpático como Julián, la obsequia regalándole la presencia de mi aparato. Sepa
que en Quito ya me encontré en similar situación.
-¿Y cómo
reaccionó la homenajeada?
-Me mando
flores cada día trece, para agradecerme aquel sorprendente y creo que gozoso,
aniversario, aunque debo proseguir siendo sincero, en aquella ocasión la Dama,
desestimó en cierto modo el obsequio, porque aunque no dejó de manosearlo
durante un buen rato, no permitió que mi aparato penetrara en sus templos…, al parecer el
tamaño no pasaba por las puertas de entrada.
-Pues
entonces caballero, vista su sincera gallardía, no se demore más. Por favor
Julián, abre el telón y disfrutemos de la función.
Obedeció el
consentidor esposo permitiéndole Esteban con gran serenidad y dominio de la
situación que fuera él quién le bajara los pantalones y calzoncillos. Cuando
las mujeres observaron la tranca de Esteban, ya no hubo duda, tampoco por parte
de Eduardo, que a pesar de no bajarse los pantalones dio por sentado que
aquella noche disfrutarían de su insuficiente tamaño frente al elefantino
miembro del ingeniero, y lo harían todos los que quisieran entre los presentes o
decidiera la Dueña de la casa otorgarles protagonismo. Marta se estaba
relamiendo, quizá incluso se atrevería a devolverle a Eduardo algunas o muchas
de sus anteriores humillaciones, simplemente por imitar a su pérfida amiga
Martina, pues daba por descontado que no se iba a conformar solamente con
follarse al propietario de aquel evidente argumento en peso y tamaño y someter
luego con dureza a su esposo esclavo, aún tendría arrestos para deleitarse con
un novicio y quizá devolverle todo el sádico ardor que había estado derrochando
aquel jovenzuelo en su amiga Marta.
ARTURO ROCA
® (para todos sus seguidores actuales y futuros)

"no permitió que mi aparato penetrara en sus templos…, al parecer el tamaño no pasaba por las puertas de entrada" me gusta la manera que tienes de explicarlo, es diferente
ResponderEliminarme encanta
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