viernes, 22 de mayo de 2015

UN REGALO ESPECIAL (4) (Regalo defectuoso)



REGALO DEFECTUOSO.  ®



Realmente Martina estuvo durante toda la vela, inconmensurable, descompuso la polla de Esteban de modo que él tuvo que rogarle no siguiera forzando que se le empinara, ya que: “por más que lo intentes con toda clase de estratagemas, no volverá a la vida hasta de aquí a…, puede que unos días, la has dejado muerta, pero que bien muerta, aunque te lo aseguro Martina, ha muerto de puro placer, vamos como nunca antes”.
Aquella sincera declaración hizo sentirse a la vampira Martina en el zénit de su poder. De todos modos no podía confesarle a aquel monstruo del follar que tenía su coño en carne viva, que le escocía y que en cierto modo rogaba porque no se le pusiera de nuevo dura ya que más envites y embates de aquella tranca, no creía poder resistir.
En aquel singular juego de petulantes, sabía mejor Martina cómo debía esconder su saciedad de modo que dio por buena aquella pública manifestación del potente y poderoso Esteban y lo hizo como ella mejor lo transmite, sonriéndole y besándolo, aunque ciertamente más pareció un acto de canibalismo en toda regla, ya que prácticamente se lo devoró con aquella interminable comida de boca.
A su lado, Marta seguía masturbándose como una posesa y Eduardo encadenado de pies y con un cepo que lo tenía totalmente inmovilizado para intentar satisfacerse la descomunal lascivia que le salía por las orejas observando su polla gorda y dura como nunca, tanto que podía perfectamente sostener un bolso de Dama o quizá varios, pero en cambio sufriendo por no poder expulsar todo el semen que debía ya estar acumulado en posición de salida, agolpados los espermatozoides como si fueran hinchas en día de partido en la Bombonera entre Boca y River, pretendiendo ocupar su lugar en el estadio.
Cuando por fin Martina consideró que Esteban debía disfrutar de respirar de nuevo por la boca, se abrazó con firmeza a su musculado cuerpo.
-Sabés, erés el mejor regalo de toda mi vida. Por tanto, te acepto.
No entendió muy bien el comentario Esteban o quizá mejor, hizo por no entenderlo.
Martina adivinó su táctica. No dejaba sin embargo el pene de Esteban, medrando con su mano derecha y suaves caricias para que volviera a aparecer en todo su esplendor.
-Los regalos aceptados, no se devuelven, se los quedá quien los ha recibido, querido.
Aquel manifiesto de la fogosa Martina, le hizo sonreír, aunque de forma suficiente, arrogante, en realidad, satisfecho, él y su ego. No le importaba por tanto seguir el juego unos minutos más o quizá unas horas. Además, la visión del cuerpo de Marta, temblequeando por correrse de nuevo, el de Eduardo hecho una piltrafa de rijoso esclavo y el de Julián, servil como una verdadera sabandija y presto a atender las peticiones de los allí presentes, fueran del tipo que fueran, le estaba poniendo a tono de nuevo, o eso deseaba creer él.
-Así qué, ¿me quedo a vivir contigo? ¿Eso quieres decir?
-Si querido Esteban, de mi vida tú ya no salés, jamás.
Es engreído, siempre lo ha sido, pero desde que comenzó a escalar posiciones en la multinacional, alguien le aconsejó que lo disimulara que lograría mejor sus objetivos, sin granjearse tantas antipatías, pero tras aquellas palabras tan entregadas de la vampira de la casa, se estaba despertando de nuevo el Esteban más arrogante, el más creído y aunque por supuesto no pensaba acceder al capricho de Martina, le tentaba jugar un poco más a cumplimentarlo. Fue entonces que a una señal de la homenajeada, su amiga se acercó y se lanzó al aparato de Esteban. A pesar de estar en punto muerto, casi no le cabía en la boca y por ello al introducírselo, tosió o quizá fuera por la atolondrada forma de intentar engullirlo. Tuvo que asistirla el propietario de aquel artilugio de carne y venas para que no se ahogara.
-Con cuidado pequeña putita, que esto hace daño sino lo tomas con mimo.
Martina sonrió, ladina, y entonces se lanzó a sustituir a su amiga, que seguía tosiendo y carraspeando y censurándose por sufrir aquel repentino ataque de tos.
La verga de Eduardo era de un colosal que hacía temer, que acabara estallando y también lo hubiera sido la de Julián si no hubiera estado encerrado en el chastity belt que lleva a todas horas, un regalo apreciable de su pérfida pero adorada Dueña.
Al observarlo Esteban, con expresión displicente hacia la boca que intentaba engullir aquella masa de la que es todavía propietario, pudo constatar que aquel cornudo lo estaría pasando fatal al poder visionar y con seguridad gozar como voyeur, de aquellas imágenes tan sumamente tórridas y excitantes. Se le pasó por la cabeza solicitar clemencia para el pobre desgraciado pero de inmediato se corrigió, probablemente es lo que le gusta, sufrir hasta extremos indecibles, por tanto, “jódete amigo y goza con el papel que tienes asignado y tú libremente elegiste”.
Por fin Martina y al constatar que la tranca de Esteban estaba ya de relajo total, optó por acercar su trasero a la verga de Eduardo, para que se la ensartara en el agujero posterior.
-Venga puto cerdo, que ha llegado tu turno.
No tardó ni diez segundos en correrse el interpelado y cuando su leche comenzó a recorrer aquellas preciosas piernas hacia abajo, a causa de la gravedad, fue el turno del cornudo, que a un chasquido de dedos de su Dueña se acercó para lamer todo lo que expulsaba el también insaciable ano de Martina, algunos pedetes incluidos.  
-Joder, esto sí que es gozar por cumplir los malditos cuarenta. Gracias cariño –soltó Martina además de otras lindezas en forma gaseosa y aquel agradecimiento provocó que los tres machos creyeran que aquel halago iba a ellos dedicado, sin pensar que era con los tres que se mostraba cortés la dueña de la casa.
Entretanto Marta, ya recuperada de la tos y tras correrse una cuarta vez, irrumpió en una hilarante risotada, aunque a Eduardo le pareció muy sensual, tanto que no pudo evitar rogarla, -esta vez con mucha delicadeza-, a que se acercara, para limpiarle la polla de los restos de su periplo por la puerta trasera de Martina.
Volvía a tenerla el muy cachondo, inhiesta, dispuesta para lo que desearan las Damas e incluso la calentura le daba por pensar que tampoco a un ano masculino le haría ascos.
Fue decayendo el fragor de la incruenta batalla, de modo que a excepción del pobre Eduardo, que componía una postura del todo incómoda, el resto a excepción del criado cornudo, se fueron acomodando sobre alguno de los enormes sofás, abrazados, jugueteando con sus cuerpos, acariciándolos con delicadeza y con un poquito de picardía, relajándose tras el dispendio de endorfinas que había supuesto para Martina, Marta y Esteban sentirse agraciados con la vida en general y sobre todo con la suya, si les daba por compararla con la del inmovilizado Eduardo y del humillado Julián.
Fue Esteban el que lo definió casi perfectamente.
-Es maravilloso gozar mientras otros sufren, ¿no os parece, preciosas putitas?
Ambas sonrieron, dándole a entender que estaban de acuerdo, también en aquel modo de calificarlas.
Se besaron entonces ellas, libidinosamente, aprovechando Martina al separarse para responder a Esteban.
-Nosotras todavía no estamos exhaustas, querido. En cambio, ya viste  Marta, a mi regalito se le fundieron las pilas –y se echaron unas risas entre magreo y magreo de pechos y pezones.
Esteban fue certero además de veloz con su respuesta.
-Yo de ti Martina, devolvería el regalo, por defectuoso.
> ¿Me envuelves de nuevo Julián?, que tu Señora no ha quedado satisfecha. Por cierto, no habrás tirado el ticket de compra, ¿verdad?, imprescindible para el canje por otro muñeco.
-¡¿Has pagado por él?! –gritó airada entonces la homenajeada.
-¿Qué? –se atrevió a responder un alarmado y timorato Julián.
-¿No me digas que le has dado dinero a ese engreído, mamón?
Esteban de nuevo quiso intermediar, con parecida elegancia y audacia.
-Perdona querida, pero de siempre los regalos se compran, pero al parecer tu perrito se olvidó de lo importante.
-¿Lo importante? –señaló ya visiblemente molesta la propietaria de la casa.
-Verás, yo te he servido hasta que las pilas, -según tú misma has mencionado-, se fundieron. Pero tu señor esposo, no pagó lo convenido a la casa matriz del regalo, por tanto, tiene una deuda y en cuanto a las pilas del objeto que has disfrutado sin ser técnicamente todavía tuyo, tiene fácil solución, en una horas y poniendo el regalo a cargar, recompondrá su batería de nueva y mayor energía. Por tanto, nada que no tenga solución, pero sigue pendiente la factura. ¿Cómo piensas querido Julián, solventarlo?
Martina y Marta se miraron. No entendían. Esteban, pleno dominador entonces de la situación quiso alargar el jueguecito.
-Muy fácil, o pagas tú lo convenido o el regalo debe volver a su escaparate o a su estante o al armario en el que lo guarda el comerciante para venderlo a quién lo pague, en todos los casos, te quedas sin él, querida Martina.
Tras unos segundos en que Eduardo se mostraba más caliente que nunca observando desde su especial situación aquel malabar juego del propietario del mayor pene que jamás había visto, en descanso y en acción y el inocente a la vez que desgraciado Julián, temía acabar la noche recibiendo una sarta de azotes de su malhumorada Dueña y su amiga y la dos Damas sin saber cómo obrar, Esteban se levantó y comenzó a vestirse, con serenidad, silbando una melodía conocida por las dos perplejas Señoras, el tema principal de la película de Richard Gere: “Oficial y caballero”. No pudo soportarlo por más tiempo la arrogante Martina.
-¡¿Y cuál es el precio?!




ARTURO ROCA ® (para todos sus seguidores actuales y futuros) 

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