REGALO
DEFECTUOSO. ®
Realmente
Martina estuvo durante toda la vela, inconmensurable, descompuso la polla de
Esteban de modo que él tuvo que rogarle no siguiera forzando que se le
empinara, ya que: “por más que lo intentes con toda clase de estratagemas, no
volverá a la vida hasta de aquí a…, puede que unos días, la has dejado muerta,
pero que bien muerta, aunque te lo aseguro Martina, ha muerto de puro placer,
vamos como nunca antes”.
Aquella
sincera declaración hizo sentirse a la vampira Martina en el zénit de su poder.
De todos modos no podía confesarle a aquel monstruo del follar que tenía su
coño en carne viva, que le escocía y que en cierto modo rogaba porque no se le
pusiera de nuevo dura ya que más envites y embates de aquella tranca, no creía poder
resistir.
En aquel
singular juego de petulantes, sabía mejor Martina cómo debía esconder su
saciedad de modo que dio por buena aquella pública manifestación del potente y
poderoso Esteban y lo hizo como ella mejor lo transmite, sonriéndole y besándolo,
aunque ciertamente más pareció un acto de canibalismo en toda regla, ya que
prácticamente se lo devoró con aquella interminable comida de boca.
A su lado,
Marta seguía masturbándose como una posesa y Eduardo encadenado de pies y con
un cepo que lo tenía totalmente inmovilizado para intentar satisfacerse la descomunal
lascivia que le salía por las orejas observando su polla gorda y dura como
nunca, tanto que podía perfectamente sostener un bolso de Dama o quizá varios,
pero en cambio sufriendo por no poder expulsar todo el semen que debía ya estar
acumulado en posición de salida, agolpados los espermatozoides como si fueran
hinchas en día de partido en la Bombonera entre Boca y River, pretendiendo
ocupar su lugar en el estadio.
Cuando por
fin Martina consideró que Esteban debía disfrutar de respirar de nuevo por la
boca, se abrazó con firmeza a su musculado cuerpo.
-Sabés,
erés el mejor regalo de toda mi vida. Por tanto, te acepto.
No entendió
muy bien el comentario Esteban o quizá mejor, hizo por no entenderlo.
Martina
adivinó su táctica. No dejaba sin embargo el pene de Esteban, medrando con su
mano derecha y suaves caricias para que volviera a aparecer en todo su
esplendor.
-Los
regalos aceptados, no se devuelven, se los quedá quien los ha recibido, querido.
Aquel
manifiesto de la fogosa Martina, le hizo sonreír, aunque de forma suficiente,
arrogante, en realidad, satisfecho, él y su ego. No le importaba por tanto seguir
el juego unos minutos más o quizá unas horas. Además, la visión del cuerpo de
Marta, temblequeando por correrse de nuevo, el de Eduardo hecho una piltrafa de
rijoso esclavo y el de Julián, servil como una verdadera sabandija y presto a
atender las peticiones de los allí presentes, fueran del tipo que fueran, le
estaba poniendo a tono de nuevo, o eso deseaba creer él.
-Así qué,
¿me quedo a vivir contigo? ¿Eso quieres decir?
-Si querido
Esteban, de mi vida tú ya no salés, jamás.
Es
engreído, siempre lo ha sido, pero desde que comenzó a escalar posiciones en la
multinacional, alguien le aconsejó que lo disimulara que lograría mejor sus
objetivos, sin granjearse tantas antipatías, pero tras aquellas palabras tan
entregadas de la vampira de la casa, se estaba despertando de nuevo el Esteban
más arrogante, el más creído y aunque por supuesto no pensaba acceder al
capricho de Martina, le tentaba jugar un poco más a cumplimentarlo. Fue
entonces que a una señal de la homenajeada, su amiga se acercó y se lanzó al
aparato de Esteban. A pesar de estar en punto muerto, casi no le cabía en la
boca y por ello al introducírselo, tosió o quizá fuera por la atolondrada forma
de intentar engullirlo. Tuvo que asistirla el propietario de aquel artilugio de
carne y venas para que no se ahogara.
-Con
cuidado pequeña putita, que esto hace daño sino lo tomas con mimo.
Martina
sonrió, ladina, y entonces se lanzó a sustituir a su amiga, que seguía tosiendo
y carraspeando y censurándose por sufrir aquel repentino ataque de tos.
La verga de
Eduardo era de un colosal que hacía temer, que acabara estallando y también lo
hubiera sido la de Julián si no hubiera estado encerrado en el chastity belt
que lleva a todas horas, un regalo apreciable de su pérfida pero adorada Dueña.
Al
observarlo Esteban, con expresión displicente hacia la boca que intentaba
engullir aquella masa de la que es todavía propietario, pudo constatar que
aquel cornudo lo estaría pasando fatal al poder visionar y con seguridad gozar
como voyeur, de aquellas imágenes tan sumamente tórridas y excitantes. Se le
pasó por la cabeza solicitar clemencia para el pobre desgraciado pero de
inmediato se corrigió, probablemente es lo que le gusta, sufrir hasta extremos
indecibles, por tanto, “jódete amigo y goza con el papel que tienes asignado y
tú libremente elegiste”.
Por fin
Martina y al constatar que la tranca de Esteban estaba ya de relajo total, optó
por acercar su trasero a la verga de Eduardo, para que se la ensartara en el
agujero posterior.
-Venga puto
cerdo, que ha llegado tu turno.
No tardó ni
diez segundos en correrse el interpelado y cuando su leche comenzó a recorrer
aquellas preciosas piernas hacia abajo, a causa de la gravedad, fue el turno
del cornudo, que a un chasquido de dedos de su Dueña se acercó para lamer todo
lo que expulsaba el también insaciable ano de Martina, algunos pedetes incluidos.
-Joder,
esto sí que es gozar por cumplir los malditos cuarenta. Gracias cariño –soltó
Martina además de otras lindezas en forma gaseosa y aquel agradecimiento
provocó que los tres machos creyeran que aquel halago iba a ellos dedicado, sin
pensar que era con los tres que se mostraba cortés la dueña de la casa.
Entretanto Marta,
ya recuperada de la tos y tras correrse una cuarta vez, irrumpió en una
hilarante risotada, aunque a Eduardo le pareció muy sensual, tanto que no pudo
evitar rogarla, -esta vez con mucha delicadeza-, a que se acercara, para
limpiarle la polla de los restos de su periplo por la puerta trasera de
Martina.
Volvía a
tenerla el muy cachondo, inhiesta, dispuesta para lo que desearan las Damas e
incluso la calentura le daba por pensar que tampoco a un ano masculino le haría
ascos.
Fue
decayendo el fragor de la incruenta batalla, de modo que a excepción del pobre
Eduardo, que componía una postura del todo incómoda, el resto a excepción del
criado cornudo, se fueron acomodando sobre alguno de los enormes sofás,
abrazados, jugueteando con sus cuerpos, acariciándolos con delicadeza y con un
poquito de picardía, relajándose tras el dispendio de endorfinas que había
supuesto para Martina, Marta y Esteban sentirse agraciados con la vida en
general y sobre todo con la suya, si les daba por compararla con la del
inmovilizado Eduardo y del humillado Julián.
Fue Esteban
el que lo definió casi perfectamente.
-Es
maravilloso gozar mientras otros sufren, ¿no os parece, preciosas putitas?
Ambas
sonrieron, dándole a entender que estaban de acuerdo, también en aquel modo de
calificarlas.
Se besaron
entonces ellas, libidinosamente, aprovechando Martina al separarse para
responder a Esteban.
-Nosotras
todavía no estamos exhaustas, querido. En cambio, ya viste Marta, a mi regalito se le fundieron las pilas
–y se echaron unas risas entre magreo y magreo de pechos y pezones.
Esteban fue
certero además de veloz con su respuesta.
-Yo de ti
Martina, devolvería el regalo, por defectuoso.
> ¿Me
envuelves de nuevo Julián?, que tu Señora no ha quedado satisfecha. Por cierto,
no habrás tirado el ticket de compra, ¿verdad?, imprescindible para el canje
por otro muñeco.
-¡¿Has
pagado por él?! –gritó airada entonces la homenajeada.
-¿Qué? –se
atrevió a responder un alarmado y timorato Julián.
-¿No me
digas que le has dado dinero a ese engreído, mamón?
Esteban de
nuevo quiso intermediar, con parecida elegancia y audacia.
-Perdona
querida, pero de siempre los regalos se compran, pero al parecer tu perrito se
olvidó de lo importante.
-¿Lo
importante? –señaló ya visiblemente molesta la propietaria de la casa.
-Verás, yo
te he servido hasta que las pilas, -según tú misma has mencionado-, se
fundieron. Pero tu señor esposo, no pagó lo convenido a la casa matriz del
regalo, por tanto, tiene una deuda y en cuanto a las pilas del objeto que has
disfrutado sin ser técnicamente todavía tuyo, tiene fácil solución, en una
horas y poniendo el regalo a cargar, recompondrá su batería de nueva y mayor
energía. Por tanto, nada que no tenga solución, pero sigue pendiente la
factura. ¿Cómo piensas querido Julián, solventarlo?
Martina y
Marta se miraron. No entendían. Esteban, pleno dominador entonces de la
situación quiso alargar el jueguecito.
-Muy fácil,
o pagas tú lo convenido o el regalo debe volver a su escaparate o a su estante
o al armario en el que lo guarda el comerciante para venderlo a quién lo pague,
en todos los casos, te quedas sin él, querida Martina.
Tras unos
segundos en que Eduardo se mostraba más caliente que nunca observando desde su
especial situación aquel malabar juego del propietario del mayor pene que jamás
había visto, en descanso y en acción y el inocente a la vez que desgraciado Julián,
temía acabar la noche recibiendo una sarta de azotes de su malhumorada Dueña y
su amiga y la dos Damas sin saber cómo obrar, Esteban se levantó y comenzó a
vestirse, con serenidad, silbando una melodía conocida por las dos perplejas
Señoras, el tema principal de la película de Richard Gere: “Oficial y
caballero”. No pudo soportarlo por más tiempo la arrogante Martina.
-¡¿Y cuál
es el precio?!
ARTURO ROCA
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