viernes, 29 de mayo de 2015

ODA, UN POEMA A LA SUMISIÓN




                     ODA, UN POEMA A LA SUMISIÓN  ®






Sinopsis (Contraportada)


Un relato que nos acerca al modo de entender la sumisión por parte de una sumisa de más de cuarenta años con varias experiencias a su espalda no del todo satisfactorias. De la mano de un singular Dominante se sentirá realizada no sólo como sumisa sino como esclava de ese ser que ella llegará a conceptuar como su salvador para borrar las huellas del  pasado y entregarse plenamente convencida a un futuro que siempre imaginó y no logró vivir, pleno de satisfacción y realización, como sumisa y sobre todo mujer.
Historia apta para aquellas y aquellos que intuyen en el bdsm una forma de ser más libres, en todos los sentidos, no únicamente en el plano sexual.


ARTURO ROCA (R) 2.015


viernes, 22 de mayo de 2015

UN REGALO ESPECIAL (4) (Regalo defectuoso)



REGALO DEFECTUOSO.  ®



Realmente Martina estuvo durante toda la vela, inconmensurable, descompuso la polla de Esteban de modo que él tuvo que rogarle no siguiera forzando que se le empinara, ya que: “por más que lo intentes con toda clase de estratagemas, no volverá a la vida hasta de aquí a…, puede que unos días, la has dejado muerta, pero que bien muerta, aunque te lo aseguro Martina, ha muerto de puro placer, vamos como nunca antes”.
Aquella sincera declaración hizo sentirse a la vampira Martina en el zénit de su poder. De todos modos no podía confesarle a aquel monstruo del follar que tenía su coño en carne viva, que le escocía y que en cierto modo rogaba porque no se le pusiera de nuevo dura ya que más envites y embates de aquella tranca, no creía poder resistir.
En aquel singular juego de petulantes, sabía mejor Martina cómo debía esconder su saciedad de modo que dio por buena aquella pública manifestación del potente y poderoso Esteban y lo hizo como ella mejor lo transmite, sonriéndole y besándolo, aunque ciertamente más pareció un acto de canibalismo en toda regla, ya que prácticamente se lo devoró con aquella interminable comida de boca.
A su lado, Marta seguía masturbándose como una posesa y Eduardo encadenado de pies y con un cepo que lo tenía totalmente inmovilizado para intentar satisfacerse la descomunal lascivia que le salía por las orejas observando su polla gorda y dura como nunca, tanto que podía perfectamente sostener un bolso de Dama o quizá varios, pero en cambio sufriendo por no poder expulsar todo el semen que debía ya estar acumulado en posición de salida, agolpados los espermatozoides como si fueran hinchas en día de partido en la Bombonera entre Boca y River, pretendiendo ocupar su lugar en el estadio.
Cuando por fin Martina consideró que Esteban debía disfrutar de respirar de nuevo por la boca, se abrazó con firmeza a su musculado cuerpo.
-Sabés, erés el mejor regalo de toda mi vida. Por tanto, te acepto.
No entendió muy bien el comentario Esteban o quizá mejor, hizo por no entenderlo.
Martina adivinó su táctica. No dejaba sin embargo el pene de Esteban, medrando con su mano derecha y suaves caricias para que volviera a aparecer en todo su esplendor.
-Los regalos aceptados, no se devuelven, se los quedá quien los ha recibido, querido.
Aquel manifiesto de la fogosa Martina, le hizo sonreír, aunque de forma suficiente, arrogante, en realidad, satisfecho, él y su ego. No le importaba por tanto seguir el juego unos minutos más o quizá unas horas. Además, la visión del cuerpo de Marta, temblequeando por correrse de nuevo, el de Eduardo hecho una piltrafa de rijoso esclavo y el de Julián, servil como una verdadera sabandija y presto a atender las peticiones de los allí presentes, fueran del tipo que fueran, le estaba poniendo a tono de nuevo, o eso deseaba creer él.
-Así qué, ¿me quedo a vivir contigo? ¿Eso quieres decir?
-Si querido Esteban, de mi vida tú ya no salés, jamás.
Es engreído, siempre lo ha sido, pero desde que comenzó a escalar posiciones en la multinacional, alguien le aconsejó que lo disimulara que lograría mejor sus objetivos, sin granjearse tantas antipatías, pero tras aquellas palabras tan entregadas de la vampira de la casa, se estaba despertando de nuevo el Esteban más arrogante, el más creído y aunque por supuesto no pensaba acceder al capricho de Martina, le tentaba jugar un poco más a cumplimentarlo. Fue entonces que a una señal de la homenajeada, su amiga se acercó y se lanzó al aparato de Esteban. A pesar de estar en punto muerto, casi no le cabía en la boca y por ello al introducírselo, tosió o quizá fuera por la atolondrada forma de intentar engullirlo. Tuvo que asistirla el propietario de aquel artilugio de carne y venas para que no se ahogara.
-Con cuidado pequeña putita, que esto hace daño sino lo tomas con mimo.
Martina sonrió, ladina, y entonces se lanzó a sustituir a su amiga, que seguía tosiendo y carraspeando y censurándose por sufrir aquel repentino ataque de tos.
La verga de Eduardo era de un colosal que hacía temer, que acabara estallando y también lo hubiera sido la de Julián si no hubiera estado encerrado en el chastity belt que lleva a todas horas, un regalo apreciable de su pérfida pero adorada Dueña.
Al observarlo Esteban, con expresión displicente hacia la boca que intentaba engullir aquella masa de la que es todavía propietario, pudo constatar que aquel cornudo lo estaría pasando fatal al poder visionar y con seguridad gozar como voyeur, de aquellas imágenes tan sumamente tórridas y excitantes. Se le pasó por la cabeza solicitar clemencia para el pobre desgraciado pero de inmediato se corrigió, probablemente es lo que le gusta, sufrir hasta extremos indecibles, por tanto, “jódete amigo y goza con el papel que tienes asignado y tú libremente elegiste”.
Por fin Martina y al constatar que la tranca de Esteban estaba ya de relajo total, optó por acercar su trasero a la verga de Eduardo, para que se la ensartara en el agujero posterior.
-Venga puto cerdo, que ha llegado tu turno.
No tardó ni diez segundos en correrse el interpelado y cuando su leche comenzó a recorrer aquellas preciosas piernas hacia abajo, a causa de la gravedad, fue el turno del cornudo, que a un chasquido de dedos de su Dueña se acercó para lamer todo lo que expulsaba el también insaciable ano de Martina, algunos pedetes incluidos.  
-Joder, esto sí que es gozar por cumplir los malditos cuarenta. Gracias cariño –soltó Martina además de otras lindezas en forma gaseosa y aquel agradecimiento provocó que los tres machos creyeran que aquel halago iba a ellos dedicado, sin pensar que era con los tres que se mostraba cortés la dueña de la casa.
Entretanto Marta, ya recuperada de la tos y tras correrse una cuarta vez, irrumpió en una hilarante risotada, aunque a Eduardo le pareció muy sensual, tanto que no pudo evitar rogarla, -esta vez con mucha delicadeza-, a que se acercara, para limpiarle la polla de los restos de su periplo por la puerta trasera de Martina.
Volvía a tenerla el muy cachondo, inhiesta, dispuesta para lo que desearan las Damas e incluso la calentura le daba por pensar que tampoco a un ano masculino le haría ascos.
Fue decayendo el fragor de la incruenta batalla, de modo que a excepción del pobre Eduardo, que componía una postura del todo incómoda, el resto a excepción del criado cornudo, se fueron acomodando sobre alguno de los enormes sofás, abrazados, jugueteando con sus cuerpos, acariciándolos con delicadeza y con un poquito de picardía, relajándose tras el dispendio de endorfinas que había supuesto para Martina, Marta y Esteban sentirse agraciados con la vida en general y sobre todo con la suya, si les daba por compararla con la del inmovilizado Eduardo y del humillado Julián.
Fue Esteban el que lo definió casi perfectamente.
-Es maravilloso gozar mientras otros sufren, ¿no os parece, preciosas putitas?
Ambas sonrieron, dándole a entender que estaban de acuerdo, también en aquel modo de calificarlas.
Se besaron entonces ellas, libidinosamente, aprovechando Martina al separarse para responder a Esteban.
-Nosotras todavía no estamos exhaustas, querido. En cambio, ya viste  Marta, a mi regalito se le fundieron las pilas –y se echaron unas risas entre magreo y magreo de pechos y pezones.
Esteban fue certero además de veloz con su respuesta.
-Yo de ti Martina, devolvería el regalo, por defectuoso.
> ¿Me envuelves de nuevo Julián?, que tu Señora no ha quedado satisfecha. Por cierto, no habrás tirado el ticket de compra, ¿verdad?, imprescindible para el canje por otro muñeco.
-¡¿Has pagado por él?! –gritó airada entonces la homenajeada.
-¿Qué? –se atrevió a responder un alarmado y timorato Julián.
-¿No me digas que le has dado dinero a ese engreído, mamón?
Esteban de nuevo quiso intermediar, con parecida elegancia y audacia.
-Perdona querida, pero de siempre los regalos se compran, pero al parecer tu perrito se olvidó de lo importante.
-¿Lo importante? –señaló ya visiblemente molesta la propietaria de la casa.
-Verás, yo te he servido hasta que las pilas, -según tú misma has mencionado-, se fundieron. Pero tu señor esposo, no pagó lo convenido a la casa matriz del regalo, por tanto, tiene una deuda y en cuanto a las pilas del objeto que has disfrutado sin ser técnicamente todavía tuyo, tiene fácil solución, en una horas y poniendo el regalo a cargar, recompondrá su batería de nueva y mayor energía. Por tanto, nada que no tenga solución, pero sigue pendiente la factura. ¿Cómo piensas querido Julián, solventarlo?
Martina y Marta se miraron. No entendían. Esteban, pleno dominador entonces de la situación quiso alargar el jueguecito.
-Muy fácil, o pagas tú lo convenido o el regalo debe volver a su escaparate o a su estante o al armario en el que lo guarda el comerciante para venderlo a quién lo pague, en todos los casos, te quedas sin él, querida Martina.
Tras unos segundos en que Eduardo se mostraba más caliente que nunca observando desde su especial situación aquel malabar juego del propietario del mayor pene que jamás había visto, en descanso y en acción y el inocente a la vez que desgraciado Julián, temía acabar la noche recibiendo una sarta de azotes de su malhumorada Dueña y su amiga y la dos Damas sin saber cómo obrar, Esteban se levantó y comenzó a vestirse, con serenidad, silbando una melodía conocida por las dos perplejas Señoras, el tema principal de la película de Richard Gere: “Oficial y caballero”. No pudo soportarlo por más tiempo la arrogante Martina.
-¡¿Y cuál es el precio?!




ARTURO ROCA ® (para todos sus seguidores actuales y futuros) 

martes, 19 de mayo de 2015

UN REGALO ESPECIAL (3) (No es la primera vez)



NO ES LA PRIMERA VEZ.  ®



A Esteban lo recogió en su  convertible oscuro Julián, una hora antes de la que le había fijado Martina para que apareciera acompañado de su obsequio. Cuando lo vio acercarse al vehículo, Julián sonrió intentando expresarle su asentimiento por el modo elegante en que se había vestido. No pudo evitarlo.
-Mil gracias Esteban, vos estás magnífico con este smoking.
-He creído conveniente adornarme para la ocasión como un inmejorable obsequio.
-Jamás podré compensarte todo lo que vos hacés por mi, amigo.
-Pues esperemos que como me indicaste, lo haga la hembra.
-No lo dudés macanudo, sabe como agradecer la verdadera virilidad.
No quiso Esteban mencionarle lo que le vino a la cabeza: “¿y la tuya, te la ha agradecido esa golfa alguna vez?”. En cambio prefirió acomodarse junto al cornudo que le daba continuas muestras con sus gestos, de sentirse en la gloria. ¿Sería él capaz de obrar de ese modo tan vergonzante por una mina por muy fabulosa que fuera? Se respondió que ni loco, sin embargo no evitó dejar un atisbo de posibilidad a que en un remotísimo caso pudiera sucederle enloquecer por unas faldas. Le hizo sonreír el pensamiento.
Mientras llegaban al chalet de la pareja, en realidad ya propiedad absoluta de Martina, Julián no dejó de explicarle a Esteban que se sentía tan en deuda con él que estaba dispuesto a hacer cualquier cosa que le pidiera, “incluso mataría por ti a algún enemigo cuando vos lo tengás, amigo”.
Volvió Esteban a dudar de si seguir con la farsa, pues aquel sujeto le estaba dando sobradas muestras de su locura, -en absoluto transitoria-, por sentir más cruentamente la humillación más supina que jamás debiera soportar un ser humano. No obstante podía más la curiosidad extrema por conocer a la golfa.
El jardín en el que penetró el vehículo tras abrirse un enorme portalón de hierro forjado, le pareció a Esteban extraordinario y extenso y rodeado de cámaras de seguridad y un par de vigilantes que saludaron a Julián con una reverencial muestra de sumisión. Él ni les respondió, haciendo quizá gala de la única posibilidad de menosprecio que le debe permitir su Dueña.
Un empleado se ocupó del coche cuando se detuvieron frente a la puerta de entrada de la mansión, fue entonces que Julián, quizá arrogándose la última libre iniciativa de la noche le confesó: –sino hubiera sido por ella, ya no la disfrutaría, la quinta, por eso también debo seguir a su lado, sin ella, estaría irremediablemente perdido, del todo y conmigo mi patrimonio. En sus manos jamás me, se lo arrebatarán.
A Esteban le sonaron las palabras de Julián, a sincera y agradecida confesión aunque de inmediato le vino a la mente: “pero si tú, sublime desgraciado, sólo debes disfrutar como mucho, de la caseta del perro”, pero prefirió evitar herir todavía más a aquel desvalido ser que se mostraba tan agradecido con su usurpadora, también de su hombría. Se le ocurrió en cambio.
-Pues venga, preséntame ya a esa Diosa a la que tanto adoras y veneras, que quiero corroborarlo o desmentirte.
Una sonrisa complacida de Julián le reiteró a Esteban que estaba ante un loco, puede que de amor, pero también de perversión mal entendida.
Una criada vestida a lo maid francesa los atendió, dirigiéndose también a Julián con el adecuado respeto debido a los señores. De nuevo éste la ignoró.
Penetraron al salón y allí fue donde se encontraron con una mujer y un hombre. Esteban se acercó hasta ella con su elegante y varonil caminar para besarle la mano. Ella se lo permitió.
-Es un enorme placer conocerla, señora Martina.
La mujer pareció querer reír pero simplemente esbozó una sonrisa, algo burda. En cambio el sujeto allí presente y mucho más joven no se reprimió.
-¿Señora esta puta?
Esteban quedó perplejo, sin comprender el deleznable proceder de aquel joven. Fue cuando apareció otra mujer, enfundada en un largo vestido negro de noche que modelaba unas curvas de lo más excitantes, que la primera mujer indicó.
-La señora Martina es ella. Yo soy su amiga, esta noche… –no tuvo tiempo de concluir, el joven se anticipó –…la puta que me la mamará en tu presencia español.
Aquel exabrupto le pareció a Esteban del todo inadmisible, tanto que no pudo evitarlo.
-Me parece señoras, que me he equivocado de casa. Esperaba una reunión de elegancia y me han traído a un burdel en el que permiten acceder a toda clase de indeseables. No es que me importunen los burdeles, lo hacen los maleducados. Pido disculpas por mi error y les deseo no obstante, que disfruten de su velada.
Martina arremetió entonces con dureza.
-Alto caballero, el que se va es ese grosero impertinente. Por favor Julián, acompañálo a la puerta y a poder ser lo despidés con un coz en sus nalgas, como a un niño pequeño maleducado.
Se detuvo airado y furioso el joven y con aire de bravucón ofendido y belicoso gritó más que habló dirigiéndose a Marta: – ¡¿me acompañás tú, putita?!
Como vio que no respondía la interpelada optó por no moverse y fue su mayor error pues Martina se acercó hasta él y le regaló dos sonoros e hirientes bofetones.
-¿Quién te creíste que sos?, pendejo.
Se quedó tan estupefacto Eduardo que por un instante no supo qué debía responder ni hacer el tiempo necesario para que Julián se acercara hasta él y con buenas maneras le invitara a acompañarlo a la salida.
-Espera esclavo –señaló entonces Martina.
Julián se detuvo al mismo tiempo que el joven se sintió interpelado. Obró como lo habría hecho alguien que realmente se aceptara con ese calificativo, quedando a la espera de la siguiente indicación. Ni Esteban, ni Julián ni por supuesto Marta se sintieron ajenos a aquella reacción tan preclara de su sorprendente asentimiento.
-Si aún querés disfrutar de la velada, será sólo con mis condiciones. ¿Querés, pendejo de mierda?
El joven ya no tuvo duda, a él iba dirigido aquel insulto y la furia de aquella excepcional Dama que un día antes se había conjurado para invadir salvajemente y sin clemencia.
No decía nada, de modo que Julián volvió a gesticular para indicarle que lo siguiera, que su tiempo en aquella casa había concluido. No hubo lugar.
-De acuerdo, acepto las condiciones.
-Pues no se hable más. Esposo, desnudálo.
-¡¿Qué?! –profirió enérgico y rabioso Eduardo.
Martina no se demoró en explicarle las primeras condiciones que le imponía.
-Si tu aparato es de mayor tamaño que el de ese caballero tan elegante, hoy me tomarás tú, hasta que te cansés de abusar de mi concha, pero si no lo superás, cumplirás con todo lo que te ordenemos, mi amiga la putita y yo, que aunque no te lo creás puedo serlo más que ella, pero de las que los machos llamáis ruines y tanto os gustán.
Esteban no estaba dispuesto a seguirle el juego a aquella dama tan atractiva y sensual por lo que se rebeló, aunque de nuevo con elegancia.
-Verá, señora Martina, es muy tentador comprobar quién vence en esta apuesta de la que su cornudo esposo jamás me habló, pero entienda, no acabo de interpretar que papel hago yo aquí, aparte de servir como elemento comparador con el…aparato de este belicoso caballero, o lo que sea. Por tanto permítame que tan pronto hayan comprobado las señoras presentes, si esta noche usted se dejará tomar por él o celebrará de otro modo su aniversario, pueda dejarles en compañía de su peculiar chance.
Fue entonces Marta la que intervino.
-Me parece que no comprendés caballero. A mi mejor amiga Martina, jamás la vi apostar sin las mejores cartas, incluso comodines.
No interpretó Esteban a qué se refería con lo de los comodines, aunque una ligera idea le vino a la cabeza al observar la maliciosa sonrisa de las dos mujeres. ¿Dispondrían de antemano de fotos de los respectivos miembros? No lo dudó, creía capaz al cornudo de haberle tomado fotos a escondidas en el vestuario sin que él hubiera podido apreciarlo y de mucho más, por tanto y al parecer, la diabólica Martina estaba jugando sobre seguro y fue por ello que no le pareció tan malo mostrar al singular público asistente su colosal aparato si con ello el descarado fanfarrón maleducado iba a sufrir una noche de vergonzante humillación como la que tanto le había confesado Julián disfrutaba a raudales bajo las garras de aquella Dama tan autoritaria y por otro lado tan hermosa. Estaba además seguro Esteban que al joven no le iba a suponer el mismo efecto satisfactorio que al cornudo.
-Sabe qué señora Martina, me parece apropiado su reto. ¿Dónde quiere que les muestre mi…, cómo les llaman ustedes a la polla? Pero quiero confesarle algo antes de hacerlo ya que no me lo perdonaría sino fuera del todo sincero con tan bella Dama. No es usted señora, la primera esposa a la que un cornudo consentido tan simpático como Julián, la obsequia regalándole la presencia de mi aparato. Sepa que en Quito ya me encontré en similar situación.
-¿Y cómo reaccionó la homenajeada?
-Me mando flores cada día trece, para agradecerme aquel sorprendente y creo que gozoso, aniversario, aunque debo proseguir siendo sincero, en aquella ocasión la Dama, desestimó en cierto modo el obsequio, porque aunque no dejó de manosearlo durante un buen rato, no permitió que mi aparato  penetrara en sus templos…, al parecer el tamaño no pasaba por las puertas de entrada.
-Pues entonces caballero, vista su sincera gallardía, no se demore más. Por favor Julián, abre el telón y disfrutemos de la función.
Obedeció el consentidor esposo permitiéndole Esteban con gran serenidad y dominio de la situación que fuera él quién le bajara los pantalones y calzoncillos. Cuando las mujeres observaron la tranca de Esteban, ya no hubo duda, tampoco por parte de Eduardo, que a pesar de no bajarse los pantalones dio por sentado que aquella noche disfrutarían de su insuficiente tamaño frente al elefantino miembro del ingeniero, y lo harían todos los que quisieran entre los presentes o decidiera la Dueña de la casa otorgarles protagonismo. Marta se estaba relamiendo, quizá incluso se atrevería a devolverle a Eduardo algunas o muchas de sus anteriores humillaciones, simplemente por imitar a su pérfida amiga Martina, pues daba por descontado que no se iba a conformar solamente con follarse al propietario de aquel evidente argumento en peso y tamaño y someter luego con dureza a su esposo esclavo, aún tendría arrestos para deleitarse con un novicio y quizá devolverle todo el sádico ardor que había estado derrochando aquel jovenzuelo en su amiga Marta.
 


ARTURO ROCA ® (para todos sus seguidores actuales y futuros) 

UN REGALO ESPECIAL (2) (No me gustan los regalos)




NO ME GUSTAN LOS REGALOS.  ®



Aquella tarde Eduardo había aceptado por fin que Marta le presentara a su amiga del alma. Se habían emplazado en una coctelería de moda. La pareja llegó tras disfrutar de una sesión en el apartamento secreto que ella posee en el centro. El día anterior, ella se había esmerado en adquirir todo cuanto él le exigió para “seguir siendo mi perra”. Por tanto no tuvo reparo y de hecho lo disfrutó haciéndose en el sex-shop que le señaló, con los artilugios que él le había indicado. Un arnés, esposas, bolas chinas, un rebenque y una mordaza de bola. “Las pinzas te las haré probar, en la siguiente ocasión zorra”. A Marta que Eduardo la traté con tanto desprecio la pone a cien y él lo había constatado desde el primer instante y no se trataba de que se la pusiera dura el humillarla, en realidad se la ponía tiesa cuando observaba lo caliente que ella se le ofrecía al escuchar aquellos especiales piropos. Ya no tenía duda, la pondría a prueba ante sus amigotes, en la disco en la que suelen mostrar sus peculiares galanterías ante el grupo de fervientes seguidoras. Puede que entonces Solange dejara de hacerse la interesante y aceptara que acabaría entre sus piernas dejando por fin de lado su orgullo y suficiencia de hija de un potentado y a la vez diputado.
Poco a poco iba pergeñando cómo presentaría a su última conquista, una madura elegante y millonaria como Marta, con un tipazo de órdago a pesar de sus ya cuarenta y algún años para que todos y todas certificaran que su poder de dominación era digno de tenerse en cuenta. Nada le importaba lo que a aquella guarra de Marta le pasara por la cabeza en cuanto advirtiera que sólo la quería para jugar con ella a uno de sus juegos favoritos, someter con más o menos crueldad a la fémina de turno y Marta era ideal pues no dejaba de sorprenderle con sus inclinaciones masoquistas.

Martina como era de esperar, llegó tarde, aunque sólo unos minutos, mientras Marta intentó convencer a Eduardo con dulces caricias para que no dudara de su definitiva entrega. Le susurraba lasciva: – ¿me comporté esta tarde mi dueño? ¿Supe mamártela como lo hace una perra? Me tenés  húmeda todo el tiempo Amo, esperando con embeleso que decidás pinzarme esos pezones que tanto le agrada estrujar a mi dueño. No sabés lo que me gustaría chupártela aquí mismo Amo, por debajo de la mesa. ¿Me lo ordenás, Amo?
A Eduardo le comenzaba a cansar tanto atosigamiento. Se había corrido hasta cuatro veces durante la sesión y en todas las partes del cuerpo y agujeros de aquella golfa que aun sin esforzarse él en demasía ya se mostraba completamente sometida.
No ocultó su cabreo.
-Pará de una vez putona de mierda. ¿Tu amiga va a tardar mucho? Tengo cosas importantes que hacer.
-Vuelve a llamármelo Amo.
-¿A llamarte?
-Sí mi dueño, putona de mierda. No creo que pueda resistirlo otra vez. Me voy si lo oigo de tu voz de nuevo.
-Pues no te vayás zorra. Las esclavas sólo se corrén cuando tienen permiso. Y no lo tenés, bicha.
Ninguno hasta tenerla enfrente vio acercarse a Martina, que al haber escuchado las últimas expresiones, se presentó más ácida que de costumbre. Probablemente no acepta que nadie se muestre más dominante que ella en su presencia.
-¿Es éste tu… lo que sea?
Marta dirigió su rostro hacia su amiga y se sintió atrapada. No atinaba a responder. Martina se acomodó al tiempo que sacaba de su bolso el paquete de cigarrillos. Eduardo estuvo presto en ofrecerle fuego. El camarero se acercó para indicarle que no se podía fumar. Entonces ella le hizo una seña a Eduardo que éste comprendió. Le alargó un billete al camarero. Luego ella encendió el cigarrillo. 
-¿Qué tomará la señora? –se vio empujado a señalar el camarero ya desmotivado en hacer cumplir las normas del local.
Martina sin abandonar su gesto agrio le ordenó un whisky. Fue entonces cuando ya recompuesta Marta le presentó a su nuevo juguete, así se lo había definido cuando comenzó a hablarle de Eduardo sin atinar a que en realidad era ella la marioneta que aquel joven movería a su antojo mientras le apeteciera.
Martina no se cortó.
-No estás mal. Pero dime, ¿es eso cierto que eres dominante?
Los cogió a ambos de improviso, aunque él reaccionó de inmediato.
-Sí. ¿Acaso te molestá?
Por fin Martina permitió que observaran su deliciosa a la vez que enigmática sonrisa.
-Me gustaría verte en acción. Vamos, si no tenés miedo a defraudarme.
Aquello encabritó al macho.
-¿Y por qué tendría que hacerlo?, no defraudarte.
-Perdoná cariño. Lo estás deseando. Pavonearte. Pues venga, no te cortés, aquí mismo. Estoy segura que la perra de mi amiga lo está deseando, que la chulees y ante mí, para que pueda calificarte y calificarla. ¿Te atrevés canchudo?
En el rostro de Marta se reflejó el temor a cualquiera de las ocurrencias que conoce de primera mano se le pueden antojar a su amiga. No sólo es ella la que se las cuenta, también en alguna de las cenas le ordena a su esposo y esclavo Julián, naturalmente completo desnudo y con el cinturón de castidad puesto, las relate, interpretándolas, para que las entretenga el cornudo.
En cambio en el de Eduardo apareció una mueca que indicaba cautela pero a la vez deseo por enfrentarse a cualquiera de las ideas que le apetecieran a aquella espléndida aunque altiva dama que ya lo estaba tentando. La hubiera en aquel instante cambiado por Marta, para demostrarle a aquella creída lo que un verdadero macho puede hacer con una hembra, -sea cual sea su actual condición-, siempre que como él atesore el suficiente talento y poder para rendir a cualquiera y por tanto cambiarla por completo, le apetezca a ella o no.
Martina detuvo el envite, de forma expresa. Esperó la llegada del camarero y tras menospreciarlo con su indiferencia, sorbió ligeramente el whisky.
La espera se les estaba haciendo a ambos, Marta y Eduardo, un tormento, aunque también ambos procuraban disimularlo, aunque para Marta comenzaba a desvanecerse el pavor a la idea que su amiga estuviera construyendo en su cabeza. La tiene por verdadera su amistad y esperaba no decidiera humillarla especialmente, pues en aquella coctelería la han visto otras veces. Según fuera su capricho, quizá no podría volver a poner los pies en aquel lugar que suele utilizar para encuentros más o menos prohibidos.
Por fin lo soltó.
-Verás caballero. Mañana tengo una velada muy especial.
Volvió a detenerse, esperando reacciones, por parte del tipo y sobre todo de Marta, que no desconocía que era el día de su aniversario y también el momento en que su cornudo esposo le traería a casa como obsequio, “la mejor polla que habrás disfrutado nunca, amor mío”. En la descripción, Martina había sido textual ante su amiga, incluso había añadido que le respondió a su entregado esposo tras tan flamante muestra de sometimiento: “no es un obsequio, cariño, ya sabés que no me gustan los regalos, tomálo como lo que en realidad son, tus tributos por permitirte servirme como esclavo”.
Eduardo no supo controlarse.
-¿Y qué ocurre mañana?
-Verás, es mi aniversario.
Ya la tenía, le vino a la mente a Eduardo. Por fin aquella engreída pero mina de puta madre, ponía las cartas sobre la mesa. Sin duda deseaba que la felicitara su verga mientras disfrutaban de su amiga encadenada y humillada antes ellos. La expresión de conquista de su rostro se lo dejó bien a las claras a Martina. Eduardo acababa de morder el anzuelo.
-Y querés disponer de una buena velada, pues no lo dudés, te la voy a regalar y esa puta de tu amiga hará y será lo que a ti te apetezca.
-¿Verdad que sí, puta de mierda? –Esta vez Eduardo, había dirigido la pregunta a  Marta, que no se abstuvo de asentir con un gesto.
-Ya ves, princesa. Vos vas a disfrutar del mejor aniversario de tu vida. ¿En tu casa, en la mía?
Martina observó a su amiga sin abandonar la sonrisa maléfica que ella tan bien le conoce. Estaba dejando correr el tiempo, que se movía con la lentitud de una tortuga paralítica, algo que a Eduardo le estaba granjeando dos reacciones, impacientarse inadecuadamente y regodearse con lo que prometía convertirse en una sesión inolvidable. En su cabeza ya veía a ambas mujeres arrastrándose a cuatro patas tras él y  peleándose por mamarle su polla y luego limpiársela de todos los jugos que esparciría por los coños y anos de ambas y a la vez se pringaría su miembro.
Entonces Martina muy seca espetó.
-Pues si todo está claro, te ruego nos dejés.  Tengo que hablar con mi amiga, a solas, cosas de mujeres, ya sabés. Mañana será tu turno, galán.
Eduardo no esperaba aquella respuesta, pero se contuvo, no fuera a escapársele aquella magnífica oportunidad que ella misma le había puesto en bandeja, de demostrarle quién mandaba y quién lo haría a partir de que la enloqueciera con sus habilidades dominantes. Accedió a abandonar la escena utilizando el recurso que los perdedores suelen emplear para no parecerlo.
-De hecho, me esperán, un par de bombones, de veinte años. Son aprendizas y desean prosperar… –Martina se le anticipó –y tú las vas a aleccionar, ¿correcto? Pues nada, que te vaya bien y no lo olvidés galán, mañana nos lo cuentás.
Marchó convencido que era el cazador, en absoluto la presa.
Cuando se quedaron solas, Marta no pudo reprimirse.
-¿Qué vas a hacer?, que te conozco.
-Espera y verás. Puede que no se le olvide jamás el día de mi aniversario.
-Estoy segura… –le manifestó con sibilina expresión en su rostro Marta –… pienso que a mí tampoco.
 

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